El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.

Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.


Fernando Lago

Poema dedicado al 11-M

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Dos motines



     El 11 de marzo de 1704, la fragata "España", capitaneada por el almirante Aznar, rindió viaje, y fondeó en puerto, tras una feliz navegación de ocho años alrededor del mundo. Horas más tarde, una explosión a bordo, cuya causa principal aún hoy se desconoce, acabó con numerosas vidas. Tres días después, la marinería, presa de la inconsciencia, se amotinó en torno a Rubalcaba -un siniestro personaje, antiguo fabricante de ataúdes- y destituyó al prestigioso almirante, a poco de culparlo, sin razón alguna, de aquellas muertes. Y, pasados unos días, la fragata "España" levó anclas, y se hizo a la mar, al mando de un grumete, llamado Zapatero, que llevaba, como segundo, con el grado de Jefe de Seguridad de la embarcación, al cabecilla del motín, el taimado Rubalcaba.
     Aunque las primeras singladuras fueron de bonanza, pronto se vio la impericia del grumete en el arte de navegar. Nada sabía del empleo del sextante ni de la aguja de marear; lo ignoraba todo sobre vientos y corrientes, velas y aparejos; y, tocante a las señales que todo buen marino sabe interpretar, cuando las descubre en el mar y en el cielo, era un zopenco que, en el peor de los casos, las malinterpretaba. 
     Pero el grumete Zapatero, dichoso en su ignorancia, sonreía con cara de bobo, sin advertir lo que algunos adivinaban ya. El cielo se fue ennegreciendo poco a poco, y se desataron unos vientos furibundos que amenazaron con echar a pique la fragata "España", mortalmente herida por 17 vías de agua, en un mar de violento oleaje. Y, cuando el hundimiento parecía inminente, la marinería se amotinó por segunda vez, presa del horror, en esta ocasión, y, al grito de ¡hijos de puta, cabrones, criminales!, lanzó por la borda al grumete Zapatero y al malvado Rubalcaba, cuando amanecía, en medio de infernal tempestad, el día 16 de diciembre de 1710.


Barlovento Maciñeira


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