El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.

Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.


Fernando Lago

Poema dedicado al 11-M

lunes, 17 de enero de 2011

Actual censor stalinista


     En la última entrada de este blog, correspondiente al pasado 10 de enero, publiqué mi poema "Quisiera", dedicado al 11-M, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo. Ya entonces advertía que esos versos fueron la causa de mi expulsión de la tertulia poética del Círculo de Bellas Artes de Madrid; motivo por el cual considero que tal publicación quedaría incompleta si no le añadiera ahora, a modo de epílogo, el escrito que, como explicación de lo ocurrido, leí, al poco tiempo, en la tertulia literaria "Versos pintados del Café Gijón". Allá va, pues, para general conocimiento.

     A lo largo del pasado curso, fuimos testigos, y copartícipes, de la alegría de varios contertulios nuestros que presentaron sus libros al público o vieron premiada su labor poética. Para no ser menos que ellos, cuando ya el sofocante julio anunciaba el rigor de la canícula, me distinguieron también a mí con un premio literario inestimable, el mayor, tal vez, que pueda concederse a quien escribe, guardando a su musa fidelidad extrema: la expulsión de una tertulia, pretendidamente poética, castradora de la libertad de expresión. El galardón, que recibí de manos del infame poeta que la dirige, se me otorgó por defender, a ultranza, aquello que la Declaración Universal de Derechos Humanos y la vigente Constitución Española me reconocen, inequívocamente: mi legítimo derecho a manifestar, libremente, mis opiniones.
     Que los versos, firmes e inmortales, de Francisco de Quevedo, tan oportunos, hablen por mí, y den entrada a este breve discurso mío, escrito para aviso de navegantes:

"No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, o ya la frente,
silencio avises, o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?"

     El dictador de baja estofa que me concedió tan prestigioso premio, tras oír mi poema "Quisiera", dedicado al 11-M, me aplicó, entre otras lindezas, la de fascista. ¿Por qué? Porque mis versos entraron en sus oídos, no como canto de sirena en los de Ulises, sino, más bien, cual amenazante cartucho de dinamita que ponía en duda la versión oficial del 11-M, absurda, aparentemente inconmovible, que amaga con venirse abajo y aplastar a quienes la sostienen. ¿Soy fascista? Dos días después del mayor atentado terrorista sufrido por nuestro país, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión electoral, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. ¿Puede ser fascista alguien que se pregunta dónde están hoy? ¿Puede serlo quien pide al actual Gobierno la investigación  rigurosa que conduzca al esclarecimiento de la verdad? ¿No será fascista, más bien, quien trata de impedir la difusión de un poema que habla de todo esto? No. De ninguna manera. Este erudito a la violeta de nueva hornada, comisario poético amigo de poner mordaza al disidente, es un ejemplar de otra especie.
     Cristina Almeida manifestó, hace algún tiempo, su deseo de prender fuego a los libros de algunos autores que no comulgan con sus ideas. Hace más de ciento setenta años, el poeta alemán Heine, grande entre los grandes, y judío, sentenció: "Allí donde se queman libros, algún día se quemarán hombres." Proféticas palabras que dan respuesta, y condenan, a la pobre Cristina Almeida. Por su parte, Voltaire dejó escrito algo que debiera avergonzar al sujeto que me tacha de fascista: "No estoy de acuerdo con tus ideas; pero daría la vida por defender tu derecho a expresarlas."
     En la Rusia soviética, bajo la bota criminal de Stalin, vulgares y despreciables escritorzuelos, sin más talento que el de servir, como delatores, al tirano, enviaron, a presidio y a la muerte, a un importante número de grandes novelistas, poetas y dramaturgos que, por serlo, no se habían sometido, mansamente, al dictado nauseabundo de Stalin.
     Termino ya, diciendo que, en una tertulia literaria, hay que perseguir, no a la libertad de expresión, sino al mal escritor. Con ése, hay que ser implacable. Sobre todo, si, siendo un pésimo poeta, es, además, el cercenador Stalinista del divino don de la palabra, el censor de hoz y martillo, que, con mano de hierro, dirige la tertulia. Porque, en un espacio literario, sólo, cuando la planta de buenos escritores hunda sus raíces en el terreno abonado de la libertad de expresión, será posible el florecimiento del autor excelso.

Fernando Lago

6 de julio de 2009
               

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