El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.

Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.


Fernando Lago

Poema dedicado al 11-M

miércoles, 2 de marzo de 2011

Leños en el Congreso


     
     El gran renovador de la escena contemporánea, Konstantin Stanislavski, decía a sus alumnos del Teatro de Arte de Moscú que había que ganarse el derecho a pisar un escenario. Esta exigencia del maestro ruso  trasciende lo meramente teatral y alcanza otros campos en los que, sin duda, no pensaba el eminente reformador.
     Cuando uno ve la ineptitud manifiesta de tantos profesionales de la palabra hablada, resulta inevitable acordarse de Stanislavski para advertirles, mentalmente al menos, que hay que ganarse el derecho a ponerse ante un micrófono; cuando uno recibe a diario el insulto de una página mal escrita, se ve tentado de llamar a su infortunado autor, para reprenderlo, sin piedad, con esta grave amonestación: ¡antes de volver a tomar la pluma, gánate el derecho a publicar lo que escribes!
     El mundo de la política es terreno abonado en que germinan arbustos de incompetencia que, con el paso del tiempo, llegan a su estado de plenitud. El político de hoy en día es una planta de aspecto leñoso, agradable a la vista, que no comparte parcela con el común de los mortales, porque la savia de orgullo que fluye por sus venas no le permite codearse con ellos. De nada serviría, por tanto, reconvenirlo con las prudentes palabras de Stanislavski. Y, sin embargo, a nadie mejor que a él, profesional indigno de la política, convendrían. Por eso, me tomo la molestia de dirigírselas, a sabiendas de que caerán en saco roto. ¡Hay que ganarse el derecho a sentarse en el Congreso! Y, con mucha más razón, ¡hay que ganarse el derecho a ocupar un asiento en el Consejo de Ministros!
     El público que acude en estos tiempos al teatro se encuentra, muy a menudo, con actores que no se ganaron el derecho a pisar un escenario. Del mismo modo, es frecuente dar con políticos que no gozan del derecho a ser nuestros representantes en el Congreso de los Diputados. En uno y otro caso, se impone, como máxima reivindicación del pueblo, el ensordecedor pateo que, poniendo orden en la sala, deje a cada cual en su sitio, y devuelva la sonrisa al rostro cariacontecido de Konstantin Stanislavski.

Barlovento Maciñeira    

2 comentarios:

  1. No es que no se lo ganen (el derecho a representarnos), es que muchas veces da la impresión (fundada) de que están ahí precisamente por su ineptitud.

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  2. Completamente de acuerdo, Trecce. Precisamente porque están ahí, siendo ineptos, considero que no se ganaron el derecho a representarnos.

    Barlovento Maciñeira.

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