El día 8 de octubre de 2008 escribí un poema, dedicado al 11-M, que, recitado por mí en diferentes tertulias literarias de Madrid, provocó mi expulsión de la que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes. Lo publico ahora en esta tribuna, precedido de las palabras que le sirven de preámbulo, para que se tenga idea clara del grado de persecución a que se ve sometida, en ciertos ambientes culturales, la libertad de expresión.

Dos días después de aquel terrible 11 de marzo, muchos formaron rebaño, en plena jornada de reflexión, para exigir al Gobierno la verdad de lo ocurrido. Me pregunto dónde están hoy. El día 11 de cada mes, unos llamados Peones Negros, que, de verdad, quieren saber quiénes se encuentran detrás de aquella matanza, acuden a la estación de Atocha, con ánimo de honrar a las víctimas de tan tremendo atentado. En ellos pensaba cuando, en octubre de 2008, escribí estos versos. Me encantaría tener la oportunidad de recitárselos a Zapatero; pero no a solas, sino en un abarrotado Congreso de los Diputados, ante mil cámaras de televisión, en nombre de las víctimas del 11-M.


Fernando Lago

Poema dedicado al 11-M

viernes, 13 de noviembre de 2015

Más duro que Arturo



     En los tiempos de Maricastaña, circulaba por la ciudad condal un dicho, muy popular, que llamaba la atención sobre la condición diamantina de cierto individuo del Barrio Gótico. El dicho en cuestión rezaba así: "Más duro que Arturo."
     El tal Arturo se ganaba la vida, haciendo pajas, que luego se empleaban para trasvasar líquidos, por simple absorción, de un recipiente a otro. Es justo reconocer que las pajas de Arturo gozaban de gran prestigio. Dicho con otras palabras, Arturo hacía las mejores pajas de Barcelona.
     En una ocasión, sin embargo, un descomunal tonelero de Manresa, que no había quedado satisfecho con las pajas que Arturo le había hecho, le pegó tal bofetada que salio disparado, sin pólvora, hacia los Pirineos. Impactó en el Pico Aneto, y, de rebote, fue a estrellarse, de cráneo, contra La Maladeta.
    Perdida toda esperanza de encontrarlo con vida, dieron con él, al cabo de más de 20 años, en Monte Perdido. Tenía dolor de cabeza, un chichón en la frente, y daba muestras de aturdimiento.
    Y así fue como, vuelto a Barcelona, comenzó a extenderse, por la ciudad, el popular dicho que da título a mi breve información histórica.

Tío Chinto de Couzadoiro    
  

2 comentarios:

  1. Jajajajajaja Hombre D. Tio Chinto, es queeee una paja ha de ser satisfactoria, si no, ¡arde troya!

    Abrazo gordo.

    ResponderEliminar
  2. Eso me parece a mí, amigo Tannhäuser. ¡Ja-ja-ja-ja-já!
    ¡Un abrazo muy gordo!

    ResponderEliminar